sábado, 13 de abril de 2013

Ahora, al final... es cuando os daís cuenta de vuestro error...

Vuestros hijos os maldecirán por vuestra debilidad, y los hijos de vuestros hijos os bendecirán por la nueva luz. ¿Acaso no lo había previsto el Gran Urdidor? El hilo de vuestras vidas se tejió hace mucho tiempo, así que, ¿porqué oponerse a lo inevitable?

Permitidme que os explique una cosa, algo que vosotros tal vez ignoráis, Tzeentch está contemplándonos, tiene la mirada puesta en el Viejo Mundo, esta es mi gran oportunidad, y la vuestra también. Si logro imponer el nuevo orden tendré los poderes que desee, y vosotros vendréis conmigo, os lo prometo... ¿y nuestra meta cuál será? ¡Inmortalidad! Sí, tal vez al lado de los dioses poderosos...

¡Creedme, creedme! Sí, eso puede ocurrir y esta es la ocasión para lograrlo, os lo juro.
Tzeentch nos contempla y nos juzga, lo único que tenemos que hacer es servirle... y vosotros sólo tenéis que ayudarme en su servicio... con vuestras vidas. Es un dios, el único dios. Es el poder, el verdadero poder sobre la tierra... ¡No, no éso! (señalando los estandartes arrebatados a sus enemigos)

Por todos los dioses, ¿qué puede significar para vosotros la vida de unos cuántos débiles?
¿Futuro? Sois un pueblo conquistado,... sólo vivís de sueños fallidos de vuestros mitos del pasado... la gloria de Sigmar pasó, ¿aún creéis que volverá? Ni Aenarion ni Guilles el Bretón han de levantarse para salvaros... ¡Sólo existe una realidad en el mundo de hoy, mirad hacia el norte, incrédulos, no seáis necios, mirad al que Cambia las Cosas!


(Extracto de la arenga de Tzhar-Sarvas tras contemplar la inmensidad de sus conquistas...)


¿Qué es el tiempo para los dioses inmortales? Lo que  parece una vida, un año, un día... muy bien pueden ser 40.000 años para una galaxia...